
Iba a ser un buen día, lo presentía. El por qué era especial viene de mucho tiempo atrás. Hará unos cuatro años, un día de esos que tienes tonto y estás como de bajón, desanimadillo, ya sabéis a que me refiero, pues un día de esos se me ocurrió lo de apadrinar a un niño y me puse a buscar una organización dedicada a ello. Busqué y busqué y al final encontré la “Fundación Vicens Ferrer”. ¿Verdad que fue toda una casualidad? Quien me iba a decir entonces que 4 años más tarde iba a colaborar con ellos. Una vez me decidí mandé los papeles y al tiempo me llegó una carta agradeciendo mi interés y con la foto de una preciosa niña india llamada Geetha. Me emocioné. No sabría explicar exactamente por qué. Creo que fue el pensar que había hecho algo bien y la sensación que tienes cuando haces las cosas que te dicta el corazón es muy pero que muy agradable. Miraba su foto una y otra vez y sentía como si esa pequeña criatura de 8 años, morena de ojos grandes me perteneciera. Incluso llegué a comprar un marco majísimo y en él puse su foto. Si alguno habéis pasado por mi consulta seguro que la habréis visto. Con que orgullo respondía al paciente de turno que me preguntaba “¿y esta niña tan mona?” a lo que contestaba con una sonrisa de oreja a oreja “es Geetha, mi apadrinada”
Y hoy, precisamente hoy, iba a conocerla. Por fin, después de muchos años iba a ver a Geetha. ¿Entendéis ahora lo importante que era ese día para mí?
Cuando la situación es especial me gusta que todo salga redondo, sin improvisar, al milímetro, que todo lo que haga ese día sea con sentimiento. Y así lo hice. Cogí mi MP3 y lo cargué de canciones “especiales” para mí. Luego compré un montón de cosas para Geetha y su familia: utensilios de cocina, ropa para sus dos hermanas y su hermano. Hasta les compré ropa a los padres. Por supuesto a Geetha le compré más cosas, dos trajes preciosos, lo mejor que encontré (ya veréis que guapa está en las fotos) y una cartera para ir al cole. Como colofón al despilfarro de mi alegría compré comida para la familia y un montón de caramelos para repartir entre los niños del pueblo.
El único punto negro del día era mi estado de salud que aun seguía “de aquella manera”. La comida india no podía ni olerla y el lavabo era mi segunda casa. Para colmo de males, el pueblo de Geetha estaba a casi 3 horas de coche. No importaba, si hacia falta me ponía unos pañales y tan feliz.
Una vez cargado el coche emprendimos la marcha. Éramos el conductor, el guía-traductor y yo, el hombre más feliz del día. Desde un principio mi imaginación jugó a adivinar como sería Geetha. Sí que es verdad que tenía una foto de ella pero era de hacía mucho tiempo, cuando tenia 8 años y ahora tenia
Por fin, tras cuatro largiiiiiiiisimas horas llegamos a la aldea. Miraba por la ventanilla y la buscaba desesperadamente con los ojos, pero no la veía. Bajé del coche. Delante de mí había una preciosa mujercita con un bonito vestido naranja y un collar de flores en las manos. Me miró fijamente con emoción pero, a la vez, con algo de vergüenza. Inmediatamente supe que era ella y fui a su encuentro. Me puso el collar, me dio dos besos, me cogió con su mano y me llevó a su humilde choza. Iba como flotando. Esa preciosidad que me cogía de la mano era mi Geetha.
Como siempre pasa en estos casos el pueblo entero era una fiesta. Para muchos de ellos era la primera vez que veían a un occidental y engalanaron la aldea para la ocasión vistiéndola con guirnaldas y pintándola con música.
Llegamos a su casa y me presentaron a toda la familia. Se les veía que estaban contentos de tenerme allí. Me hicieron sentar en el porche delante de todo el mundo. Suerte que ya había pasado por esa experiencia cuando estuve inaugurando casas para
Se hacía tarde y el camino de vuelta aparte de largo era toda una aventura. Esta vez fui yo el que la cogió de la mano y juntos fuimos hasta el coche. Miré una vez más esos enormes ojos y le di dos besos. Le prometí que le enviaría las fotos que nos habíamos hecho pero ella, a cambio, debía escribirme más a menudo. El guía casi tiene que subirme a empujones al coche. No quería irme y si me iba era con ella a mi lado, pero eso no podía ser así que muy a mi pesar subí al coche y este empezó a avanzar. Geetha me miraba y yo a ella. Entonces, de repente, como llevada por un impulso empezó a correr detrás de nosotros. Hice parar el coche, volví a bajar y la abrace mientras ella lloraba. Era demasiada emoción para mí. La solté y esta vez sí que me fui.
El camino de vuelta se me hizo raro. Sentía como si hubiera abandonado a alguien muy especial, alguien de mi familia. Pero por otro lado estaba feliz de ver que el dinero que daba a
Volví a poner música y volví a ver esa cara, esos ojos y esa tierna manera con la que me despidió.
¡Amor para todos!
1 comentario :
mira encuentro que eres una persona magnifica lo que piensas de la india , tambien lo pienso yo ya que estado 2 veces en la india y estado ayudando a la gente y ahora desde que estoy en mallorca me siento muy mal ojala todos fueran como tu de buena gente
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