martes, octubre 04, 2005

(Capitulo 10)

EL NIÑO DE LA MIRADA TRISTE

No se si la providencia existe o el destino está escrito en nuestras vidas, pero después de esta experiencia empiezo a creer en ello.
Como cada mañana habíamos ido a Bathalapalli a desayunar y ver a los pacientes que habían sido operados el día anterior, después solemos coger el coche camino a un, casi siempre, lejano poblado donde seguir viendo miserias. Pero ese día tuvimos que esperar más de la cuenta al coche y, mientras, paseábamos por los alrededores del hospital. Fue entonces cuando lo vi por primera vez. Mientras los demás niños jugaban y correteaban como es normal en ellos, él permanecía sentado, apartado del resto. No se si fue eso lo que me hizo fijar en él o fue su mirada. Era una mirada extraña, diferente, triste, en definitiva, era una mirada perdida en el horizonte y esa es la típica mirada de alguien con problemas, de alguien que intuye que algo va mal pero que nadie sabe decirle el qué. Me fijé más en él y vi que llevaba un sucio trapo atado a su pierna izquierda, justo por encima del tobillo y esa era una buena excusa para acercarme. Se sorprendió al verme. Creo que no se esperaba que un "hombre blanco" se preocupara por él, es triste pero es así. Su familia, al verme, vinieron corriendo y se formó un corro de gente a mi alrededor. Como pude di a entender que quería saber que le pasaba en la pierna y que si podía le ayudaría. Toda la gente que va al hospital saben que los "blancos" que estamos por allí nos dedicamos a la medicina y siempre intentan que les trates tú en lugar del sanitario indio de turno por lo que la familia empezó a darme una serie de explicaciones que, por supuesto, yo no entendí. Al final le quité el sucio trapo y vi que tenia una fuerte inflamación que le dolía mucho pero no se veía ninguna herida alrededor. Pregunté si se había caído y de ser así podría tener un hueso roto. Suerte que mi querido Beemha estaba por allí y me hizo de traductor. El hecho es que ni se había caído ni nada de nada. Un día, de repente, se había levantado con la pierna así y con mucho dolor pero de eso hacia casi 2 meses. Estuve un rato callado estrujándome los sesos para intentar imaginar que podía ser eso. Como Chicho andaba cerca lo llamé. Se acercó y no necesitó mucho tiempo para decirme:"esto tiene pinta de ser un osteosarcoma y en un estado avanzado" Me quede de piedra. El niño que tenía delante padecía de un tumor que si no se hacia nada de inmediato posiblemente acabaría con su vida. Yo no podía aceptarlo y le pregunté a Chicho si podíamos hacer algo. Me respondió que si el tumor no estaba tan avanzado como parecía se le podía amputar la pierna. Un mal menor pensé yo, antes cojo que en el otro lado. Chicho, como me veía preocupado me prometió que al volver de ver a los pacientes de turno en el pueblo que tocara, hablaría con el jefe medico indio para ver que se podía hacer.
Me pasé todo el viaje en silencio. En mi mente aparecía una y otra vez la mirada de ese niño del que ni siquiera sabía su nombre y el cabreo se iba apoderando de mí. No entendía como la vida era tan injusta, total era un niño con toda la vida por delante y bastante tenia con vivir en Anantapur y ser pobre para que encima ese ser caprichoso que llaman "Dios" permitiera que su vida fuera tan larga como un suspiro. El tiempo debió enterarse de lo que pasaba por que empezó a llover. Alguien, de niño, me explicó que cuando llueve es que los angelitos están tristes. Ahora soy mayor y sí me creo esa historia por que no es que estuviera lloviendo, no, en Anantapur el cielo llora de tristeza.
El día se me estaba haciendo eterno. Solo quería estar de vuelta en el hospital e intentar hacer alguna cosa.
Finalmente llegamos a Bathalapalli y fuimos a hablar con Sudhiri que es el director medico del hospital. Al principio nos hizo poco caso, como si esa guerra no fuera con él ya que era un pobre crió como tantos otros. Faltaba el canto de un duro para que lo cogiera del cuello y le… Menos mal que Chicho es un maestro en esto de la diplomacia y, a parte de tranquilizarme consiguió que Sudhiri tomara cartas en el asunto. Supongo que debió sorprenderle que nos tomáramos ese caso tan en serio, incluso Chicho llego a decirle que si hacia falta lo operaba él. Me sentí muy orgulloso de mi Chicho y una luz de esperanza asomó por donde antes solo había oscuridad.
Pasó un tiempo hasta que volví a saber algo del "niño de la mirada triste" y puedo deciros que finalmente fue enviado al hospital de Bangalore, que es mucho mejor que el nuestro y que allí recibió quimioterapia y le fue amputada la pierna izquierda. Pero, al menos, sabía que estaba VIVO.
No se si la providencia hizo que ese día me fijara en él. Tampoco quiero decir que gracias a nosotros ese crió fuera tratado de una manera especial. Solo se que mi conciencia y mi corazón dicen que hice lo que debía hacer y yo me encuentro muy bien por ello.
Ese día me fui a dormir tranquilo pero triste a la vez ya que este tipo de cosas son las que te hacen ver que injusta es la vida y, del mismo modo, ver cuan corta y caprichosa puede ser.
Permitirme un consejo: "aprovechar cada momento de vuestra vida como si del ultimo se tratara"

¡Amor para todos!

1 comentario :

Anónimo dijo...

Para cuando otro capítulo,esto va muy lento y tenemos ganas de saber más cosas yaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!