viernes, octubre 14, 2005

(Capitulo 11)

Todo seguía su curso, pacientes, quirófano, cervezas y charlas a la luz de la luna. Pero este fin de semana iba a ser diferente. Era un fin de semana de esos que llamamos “largo” puesto que el lunes era el día de la independencia de La India y, además, era mi cumpleaños. El primero de mi vida lejos de mi gente y muy lejos de mi casa.
Casi todo el mundo hacia planes de adonde ir de excursión ya que dos días daban para mucho y sólo el equipo médico no pensaba en ello puesto que nos hacían ir a trabajar el lunes. No me lo podía creer, era el día de la Independencia, era fiesta en todo el país y nosotros los sanitarios a currar. Tampoco es que me molestara mucho pero iba a ser la primera vez en toda mi vida que trabajaría ese día tan señalado. ¡Que se le va a hacer!
Unos decidieron ir a Hampi, otros a Hyderabad, otros a… ¡que más daba! No es que me importara quedarme casi sólo, es que ya me había acostumbrado a estar rodeado de muchos y muy buenos amigos ese día tan especial para mí. Si he de ser sincero, y hasta ahora lo he sido, estaba un poco triste. Durante mucho tiempo tanto mis amigos como yo hemos esperado el 15 de agosto como agua de mayo para montar la gorda. Estos últimos 20 años las hemos hecho de todos los colores. Grandes y multitudinarias sangriadas en la playa, fiestas en algún chalet con piscina y música hasta las tantas de la mañana. ¡Que tiempos! Seguro que alguno de vosotros al leer esto sonreiréis picaronamente al recordar esos momentos que hemos pasado juntos y que, aquí y ahora, prometo que el año que viene volverán a repetirse.
El viernes dio paso al sábado y la gente fue desapareciendo paulatinamente en pequeños grupos y en distintas direcciones. Me aislé con mi música y con este mi diario que va conmigo a todas partes y que tanta compañía me hace ya que es mi único vínculo con vosotros. Pasé el fin de semana entre letras y canciones. Iba escribiendo y la melancolía iba poniendo la música por mí. Mi bolígrafo escribía al son de “La chica de ayer”, “Camino Soria”, “Alma de blues”, “Lobo hombre en Paris”. Y los Ketama, Nacha pop, Presuntos implicados, La unión y muchos otros se unieron a mi alrededor formando un gran corro de recuerdos y, aunque la tristeza me rondaba, de vez en cuando una sonrisa asomaba en mi rostro recordando esos tiempos.
Sonó el despertado. Eran las 7 de la mañana y me levanté como siempre, de un salto y con ganas de afrontar un nuevo día. Nada había cambiado. Me había ido a dormir con 35 agostos a mis espaldas y me levanté con 36. Me miré al espejo y sonreí de satisfacción, seguía siendo el chaval de siempre, con 36 tacos pero con unas ganas inmensas de seguir viviendo la vida de la manera que estaba aprendiendo a hacerlo en La India, con ganas y alegría. La vida hay que tenerla como un buen amigo, como tu mejor amigo y tienes que ir con ella de la mano, ni delante ni detrás, a su lado, pisando por donde ella pisa y disfrutando de cada paso. Así debe ser y así será.
Chicho y Fernanda me felicitaron y se echaron unas risas a mi costa. Ya sabéis, los tirones de oreja de rigor, que si ya estas para vestir santos que si… Antes de ir al hospital asistimos a la ceremonia de izar la bandera y un grupo de escolares cantaron el himno de La India de una manera enternecedora. A mí se me caía la baba viendo a esos pequeños diablillos cantando con tanto orgullo y tan satisfechos de ver que los mirábamos y les aplaudíamos al final de su actuación. Tras ese corto pero emotivo acto patriótico nos fuimos a trabajar e hicimos lo que habíamos venido a hacer, como siempre y de la misma manera. Eso no tenía porque cambiar.
De vuelta al campamento les recordé a Chicho y a Fernanda que esa noche tocaba cena de cumpleaños y que de alguna manera había que pasar un buen rato. De escondidas me escapé a la ciudad y compré unas cuantas botellitas de ron, vodka y esas cosa que tanto se llevan en las fiestas de cumpleaños y así las risas estarían aseguradas. Antes de la hora convenida para ir al restaurante y para mi sorpresa empezaron a llegar los voluntarios de sus respectivas excursiones. Poco a poco se iba apuntando la gente y de ser una triste cena de tres almas pasó a ser una fiesta de cumpleaños de 14 personas. El tiempo volvía a atrás y el alboroto y las risas que siempre han decorado mi fiesta despertaron de su letargo como viejos amigos que no se olvidan de ti. Y así fue, comimos y reímos, bebimos y disfrutamos y yo, flotando por encima de todos ellos contemplaba el momento como si de un cuadro se tratara y sonreí de satisfacción y me alegré por ser como soy y por ver que esté donde esté siempre tendré buena gente a mi alrededor, que allí donde vaya siempre tendré alguien con quien disfrutar de un buen momento.
Como punto negativo hubo que lamentar una baja. Pues no se le ocurre otra cosa a mi cámara de fotos (debió ser la alegría del momento) que meterse una botella de ron entre pecho y espalda, tras lo cual murió de coma etílico y no se volvió a saber nada más de ella. Así que he tenido que comprar otra. ¡Vaya gracia!
Al irme a dormir me sentí raro, indispuesto y no era por el alcohol. Era un malestar diferente y me temí lo peor. Pero eso os lo contaré en el siguiente capítulo.

P.D.: a todos vosotros, que sepáis que el 15 de agosto del 2006 habrá una fiesta sonada. No se donde ni tan poco importa, la cuestión es que vayáis marcando esa fecha en vuestras agendas por que será un día para recordar y quiero teneros a todos conmigo.

¡Amor para todos!

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Te tomo la palabra por el tema de la fiesta,allí estaré ese día.(acuerdate decirme adonde ir!!!!)

DDL dijo...

Bueno, espero que antes hagamos unas cuantas mas ;P