lunes, septiembre 19, 2005

(Capitulo 8)

ANANTAPUR

Describir Anantapur se me antoja difícil ya que cualquier cosa que diga va a sonar a exageración o, incluso, puedo llegar a quedarme corto.

Lo primero que me sorprendió fue la suciedad. SUCIEDAD en letras mayúsculas. No es que pretendiera encontrarme una metrópoli al estilo occidental, ni mucho menos, pero para ser una ciudad de 350.000 almas y ser capital de provincia me esperaba algo más. Para empezar no existen las aceras, solo hay carretera, por llamarlo de algún modo ya que es una especie de asfalto salpicado por miles de cráteres, algo así como si la carretera de joven hubiera padecido de sarampión, así está la pobre. Entre “la carretera” y los edificios es todo tierra mezclada con suciedad. Y os preguntareis, ¿por qué Anantapur está tan sucio? Está muy claro, por que todo el mundo lo tira todo al suelo, así de sencillo. No ves una papelera ni por asomo. Un día debió de haber pero cuando vieron el panorama salieron por patas y no por miedo, sino por falta de trabajo. De verdad lo digo, y que no se ofenda nadie, pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre, SON UNOS GUARROS. Para colmo casi todo el mundo camina descalzo, luego se quejan de que tienen infecciones en los pies, serán… Otro tema aparte es lo de escupir y eructar con la misma naturalidad con la que respiran. Esto se puede aceptar como “una costumbre” (siendo un poco eufemísticos). Más de uno y una que yo conozco aquí estaría en su salsa. Yo, como ya he dicho, acepto lo de escupir al suelo y eructar, pero, ¡narices! ¡Qué no me eructen en la cara! El otro día, sin ir más lejos, estábamos comiendo Chicho, Naga, Beemha y yo en un restaurante “de lujo”, el mejor de Kadiri (permitirme ser algo sarcástico). Para que me entendáis, imaginaros el lavabo del “CAN RAMÓN” en sus viejos tiempos, un poco más grande, con mesas y sillas, pues eso era el sitio donde comimos. Lo siento por los que no hayáis conocido el “CAN RAMÓN”, benditos vosotros que sois jóvenes. Como iba diciendo, estábamos los cuatro comiendo, Naga enfrente de Chicho y, en un momento dado, Chicho le pregunta algo a Naga y este, mirándole a los ojos, va y se me le tira un eructo en la cara que para que os quiero contar. Ni con mucha imaginación podríais llegar a haceros una idea de la cara que puso Chicho, se volvió multicolor como la India. Yo, por supuesto, empecé a destornillarme de risa de tal manera que todos los distinguidos comensales de tan distinguido restaurante empezaron a mirarme de mala manera, ¿de que cojones se reirá el p… extranjero este? Imagino yo que dirían. Me daba igual. Si al volver me encontráis más delgado (que para pena de mi santa madre ya lo estoy) ya sabéis por que es. Estar rodeado de hombres “rana” eructando sin cesar, comiendo con las manos y gesticulando sin parar, mientras restos de arroz y salsa caen de sus manos decorando el suelo del local, tengo todo el derecho de afirmar que eso le quita el hambre al más valiente.

Dejando de lado el tema de la suciedad, hablaré de la circulación. Caótico es un adjetivo suave, sencillo, humilde, sin muchas pretensiones como para atreverse a calificar el tráfico de Anantapur. Como he dicho antes, más de uno dirá: “¡pero será exagerado!”. A lo que yo le respondería: “pues majo, yo te pago el viaje a la India pero con la condición de que te traigas tu coche y circules sin seguro por esta ciudad unos cuantos días.” Me río yo del que se atreva. Aquí no hay reglas, no existen los carriles de un único sentido, es más, ¡no hay ni carriles! Por el mismo sitio que ahora ves pasar dos coches en el mismo sentido, al rato pasan 4. Vas en un rickshaw y, de pronto, ves que viene otro de frente, ¿Quién se equivoca? ¿Quién va en sentido contrario? Nadie lo sabe. Aquí mi querido amigo Quique se iba a volver loco intentando dirigir el tráfico. Y a todo lo dicho le tenéis que sumar que hay miles y miles de rikshaws circulando sin parar y creando una polución que ni la peor ciudad de España en hora punta. Con decir que hasta los polis de tráfico, que se merecen una medalla al valor, dicho sea de paso, ¡llevan máscara! Hay otro tipo de contaminación que es la acústica y no es por el ruido de los motores, no, es porque no paran de tocar el claxon. Lo tocan para todo, para adelantar, para avisar de que van a adelantar, para decir que ya te han adelantado…etc. Al final, he llegado a la conclusión de que lo de la bocina es un lenguaje que solo ellos entienden. En función de la intensidad y de la duración del bocinazo, puede significar: “¿que tal la familia?” o “¡anda, tu por aquí!” o “¿ya has ido al templo?” Podéis reíros de lo que escribo pero hay que estar aquí para creerlo. También es verdad que no he visto muchos accidentes pero los tres que han sucedido mientras he estado aquí han sido con unos cuantos muertos como resultado. ¡Si es que hasta viajan en el techo de los autobuses! He llegado a contar hasta 15 personas dentro de un rickshaw donde, normalmente, cabemos 5 occidentales apretados y dos de los cuales tienen que ir uno a cada lado del conductor.

Otro tema son los animales y no me refiero a los indios (mal pensados), me refiero a las vacas sagradas, perros y cerdos que es lo que más abunda. Las primeras campan a sus anchas. Da igual si es la carretera o no, si a la muy vacuna se le mete entre ubre y ubre que se tiene que tumbar, ya que está cansada de tanto holgazanear, ¡pues ala! va y se tumba y el resto pues a esquivarla que para eso es sagrada. Los chuchos molestan menos, van por todas partes en pequeños grupos y de vez en cuando hay alguna trifulca que otra por lo de siempre, que si esta perra es mía, que si yo la olí antes, pero nada de importancia. Y en ultimo lugar, y no por ello menos importantes, están mis queridos cerdos. Si señor, nuestros amigos los gorrinos. Pues que sepáis que aquí no se comen y no me extraña. Aunque no os lo creáis, aquí son de vital importancia como trabajadores públicos, a jornada completa y sin vacaciones ni salario que valga. Ellos son los basureros de la India, ya que lo que en España conocemos como basurero con su escoba y su carrito no existe. Los cerdos indios sí que trabajan por amor al arte y encima hasta se les nota en la cara que lo hacen con gusto y placer. Ya sabéis, lo que no mata engorda, ahora se comen un trozo de papel como ahora se comen un trozo de… Son uno más en esta urbe y menos mal de ellos que sino andaríamos sobre montañas de mierda. De todas maneras ya veréis las fotos y me daréis la razón.

Solo deciros que, al final, uno se acostumbra a todo.

¡Amor para todos!

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