Otra historia ha sido mi lucha diaria por la fisioterapia en
Dejando de lado mi guerra particular el resto de cosas han sido más agradables. He ido conociendo un poco más a cada uno de los voluntarios y ya se sabe, la cabra tira al monte y Dios los cría y ellos se juntan, que traducido al cristiano quiere decir que siempre te caen mejor unos más que otros y vas haciendo tu grupito. ¡Misterios de las relaciones humanas! Aparte de Chicho y Fernanda que son como mi familia en
El otro voluntario que quiero que conozcáis es Jordi. También es alto y delgado y también es de Girona aunque él es arquitecto. Es un buen tío, poco hablador pero lo poco que dice es con sustancia. Me hubiera gustado compartir algo más de tiempo con él pero seguro que el futuro me brindará la oportunidad de ello.
Estoy convencido de que más de un mal pensado, y sé que si digo sus nombres acertaré, habrá dicho: “me juego el cuello a que Fran le ha tirado los trastos a Ariadna” Pues se equivoca. Yo sigo con mi vida casi de “Lama” y ahora he empezado con lo de ser celestino porque si en algo me he empeñado desde que estoy aquí es en que Ariadna y Jordi acaben juntos. Sí, ya se que soy un poco maruja pero es que yo también tengo mi lado femenino y desde un principio vi claro que estos dos se gustaban pero que la timidez les podía. Y ahí entro yo en escena. Cual cupido caprichoso he lanzado mis flechas a diestro y siniestro. Por ahora el resultado no es que sea el que yo me esperaba pero tiempo al tiempo y el que espera recoge(o se cansa, no se yo).
Amoríos y demás cantinelas aparte hubo otra cosa que me hizo más amena la semana y fue que el equipo médico “from Spain” había organizado una excursión a Hampi y quieras o no la perspectiva de pasar un fin de semana lejos de esta miseria me hacía ilusión. Hampi es un sitio muy especial para los hindis, es una especie de ciudad santuario a unas 4 horas en coche de aquí. Total, el fin de semana llegó y todo el grupo, Chicho, Fernanda, Robert, Paco, Adriana, su hermano, Sergi y yo montamos en nuestros coches alquilados y andando que es gerundio. Y como la perfección es algo que dista mucho de ser humano, nuestro viaje no iba a ser perfecto y tuvimos un pinchazo. Algo sin importancia que, además, nos sirvió para aprender algo y es que el tiempo en
Llegamos Hampi a la hora de comer y fuimos a un restaurante a orillas del río Tungabhadra que alguien nos había aconsejado. No se equivocó. La comida fue tan buena como el paisaje. Desde nuestra mesa veíamos el río avanzar “cadencioso y sin parar” por entre árboles y templos. El verde de las palmeras se combinaba a la perfección con el rojo de los antiguos edificios mientras los rayos de sol jugueteaban en las azules aguas del rió haciendo que sus brillantes destellos se repartieran por doquier convirtiendo el paisaje en una fantasía digna del mejor sueño. ¿Qué más se puede pedir?...
Hampi se divide en dos, una parte en cada orilla. La pena es que a la otra orilla no se podía pasar debido a que las lluvias que el monzón había dejado tras de si muy amablemente, habían aumentado el caudal del río de una manera peligrosa y las típicas barcas que lo cruzan permanecían varadas en la orilla, tediosas y aburridas mientras sus barqueros veían como se les esfumaba el negocio. ¡Pobres!
La orilla en la que nos encontrábamos estaba dominada por uno de los muchos templos que por allí había, concretamente el más alto de todos. Era de forma piramidal al estilo de los templos mayas y aztecas que si no es porque sabía que estaba en
El atardecer fue precioso. El sol se dejo caer a un lado cansado de brillar y desapareció por entre las aguas del río sumergiéndose en un merecido baño después de tanto calor.
Ya a última hora y tras una buena pateada, volvimos al hotel. Una habitación doble con baño, una mosquitera y poco más que compartí con Chicho por la módica cantidad de 100 rupias (2 €).
A la mañana siguiente me levanté antes que nadie y subí a la terraza desde la que se divisaban tanto el río como el templo, este último casi podía tocarlo con las manos de lo cerca que estaba. El sol ya había salido y el momento me invitaba a la meditación. No me negué y dejé mi mente en blanco durante un rato, un buen rato.
Tras el desayuno cogimos un guía e hicimos el recorrido completo a Hampi, lo que nos llevó casi 4 horas pero valió la pena. Si tuviera que destacar algo sería el templo de la música. Arquitectónicamente era sobresaliente con un montón de columnas esculpidas de maneras diferentes simbolizando a los miles de dioses que habitan esta religión. El edificio principal era una construcción de columnas sin paredes donde antiguamente tocaban los músicos para deleite de los cortesanos. La manera con que tocaban es muy curiosa ya que lo hacían golpeando con finos palos de madera las delgadas columnas que estaban repartidas por todo el templo. El guía nos hizo una demostración y os aseguro que aquello sonaba a las mil maravillas.
Acabado el recorrido volvimos a Anantapur y tras 4 interminables horas de coche el cansancio se apoderó de nosotros y nos derrotó sin ofrecerle resistencia. Y mañana será otro día.
No hay comentarios :
Publicar un comentario