miércoles, octubre 19, 2005

(Capitulo 12)

Pues sí, mis temores se hicieron realidad y ya por la mañana empecé a encontrarme mal pero con energía suficiente como para ir a trabajar. No quería caer enfermo, por supuesto que no y menos sabiendo que el viernes teníamos una gran cena. Pablo, nuestro querido fotógrafo argentino, se había ofrecido a preparar un cordero al estilo de la Pampa y eso no me lo podía perder por nada del mundo. Además, junto a Chicho nos habíamos presentado voluntarios para preparar una sangría, un pedazo de sangría al estilo patrio y no iba a dejar a Chicho sólo. Pero al llegar al hospital y a medida que pasaba el tiempo me iba encontrando peor. Chicho y Fernanda se fueron a quirófano y yo me quedé en el workshop pasando consulta. Cada vez tenía más calor. Notaba como la fiebre iba subiendo y subiendo y yo sabía porque era. Era el famoso virus que ha afectado, afecta y afectará a todos los voluntarios que pasamos por La India. Tarde o temprano caes en sus garras, en mi caso creo que fue amor a primera vista. Él me vio, yo le miré y de mi se enamoró. Desde ese momento no me dejó ni a sol ni a sombra. Yo le decía que no le quería pero el insistía que era amor de verdad. Y la fiebre siguió subiendo y subiendo hasta que ya no pude más y le pedí a Beemha que me llevara al campamento. Solo quería tumbarme y dejar que el virus siguiera su camino. Llegué a la habitación y a duras penas conseguí dejarme caer en la cama no sin antes, utilizando las únicas energías que me quedaban, poner música. Ya podía estar a 40 de fiebre que la música no iba a dejar de sonar. Y la fiebre subió y me hizo desvariar. Hacía mucho calor pero aun así hice callar al ventilador, le grité que parara, que ya no podía soporta ese infernal ruido al girar y girar. Luego me arrepentí y le pedí perdón por haberle gritado, pero eso fue cuando la fiebre desapareció. Y seguí desvariando y mi virus y yo nos deslizamos por la pista de baile como Fred Aster y Ginger Rogers con la música de Jamie Cullum de fondo.
Decidí ponerle nombre a mi nuevo “amor” y desde ese momento el virus pasó a llamarse H.D.P (no hace falta mucha imaginación para adivinar que quiere decir). Es más, si algún día venís a Anantapur y alguien os dice: “vigila con el H.D.P” ya sabéis a quien se refiere.
Y H.D.P y yo seguimos con nuestra relación, no recíproca ya que yo no la deseaba pero él insistía con fervor. Mientras, Jamie decía: “What a difference a day made, and the difference is you… is you”
Ahora podreis entender porque hablamos de lo que hablamos los voluntarios en el campamento. La charla empieza por dar el parte de los afectados por H.D.P. Siempre hay alguien que se ha rendido a sus pies. Desde el más débil al más fuerte todos hemos pasado por sus brazos. Luego la conversación sigue sobre el tipo, color y asiduidad de… ¡nuestras defecaciones! Ya se que no suena muy bien pero son el primer indicador de que H.D.P se ha encaprichado de ti. Si alguien dice: “pues hoy he ido al lavabo y solo me salía agua”. ¡Ya está! Ha caído bajo los efectos de H.D.P. También he cambiado lo de “voy corriendo al lavabo que me voy por las patas abajo” por “voy corriendo a sacar a pasear a H.D.P” ya que queda más bonito aunque el resultado huela igual de mal.
Nuestra relación seguía adelante. De la cama al lavabo y del lavabo a la cama. La comida ni probarla y suerte de la gente que de vez en cuando me venían a hacer compañía. Algunos diréis: “pero si eso no es nada, que es un simple virus” ¡Y UN HUEVO! Esto hay que vivirlo para entenderlo. Que fácil es hablar en la distancia.
El día del cordero se acercaba y yo insistía a H.D.P que se buscara a otro, que lo nuestro no tenia futuro, que yo no era un buen partido. No se si me creyó o qué pero el viernes me encontré mucho mejor y ya por la tarde pude ir con Chicho a comprar lo necesario. En el campamento se respiraba alegría, todo el mundo sonreía ya que iba a ser una noche memorable.
La cena empezaría a las 9 y quedé con chicho que a las 8 haríamos la sangría. Como tenía tiempo y, por supuesto, yo me había ofrecido a ello, empecé a hacer una recopilación de música para luego ponerla en la biblioteca que después de la cena iba a ser nuestra discoteca particular.
Chicho empezó a mezclar los condimentos y yo, por echarle una mano, empecé a catar el resultado para dar el visto bueno. Y como el que la hace la prueba, Chicho, Fernanda y yo, vaso va vaso viene, llegamos a la cena con el puntillo puesto.
A la mesa éramos unos 25. Las chicas se habían pintado la cara al estilo de las bailarinas indias lo que le dio un color especial a la cena.
No tengo palabras para definir como estaba el cordero. Un poco más y en vez de chuparme los dedos me chupo el brazo, el mió y el del de al lado. Hasta el bueno de Vicens Ferrer se acercó a conocer al cordero y nos deleitó con una charla de las suyas de esas que te hacen reír un buen rato. Para rematar la faena José Luís, que es un farmacéutico de Peñafiel, se trajo una botellita de vino de Ribera del Duero que para que os quiero contar. Para el que no lo sepa Peñafiel es la cuna de los vinos de Ribera del Duero. Cuna de caldos tan famosos como “Vega Sicilia”, “Protos” o “Pesquera”, pero mejor dejo de hablar de vinos que no sabéis como se echan de menos aquí.
Por desgracia el pobre cordero desapareció entre bocado y bocado y unos cuantos, los más marchosos, fuimos a nuestra improvisada discoteca. Entre risas y bailoteos se hicieron las 3 de la mañana y como aquí el sábado se trabaja no había porque forzar la máquina. Soy de los que piensa que siempre es mejor acabar la noche cuando aun la estás disfrutando y no estar arrastrándose hasta las tantas de la mañana como más de uno y una hacéis, ¡qué yo lo se! pero vosotros sabréis. Yo cogí el portante y me fui a dormir con la alegría en el cuerpo. ¡Que poco me duró! Al día siguiente H.D.P, que yo lo creía con otro, volvió a hacer mella en mí.
Como apunte final solo deciros que nuestro idilio siguió, a trancas y barrancas, durante bastante tiempo, el justo para quedarme en los huesos.


¡Amor para todos!

No hay comentarios :